domingo, 27 de enero de 2013

Siempre es mejor el papel.

Siempre. No hay persona tal que sea capaz de soportar lo que el papel soporta. No hay persona tal capaz de escuchar y tragar todas las estupideces que uno tiene para decir.
A veces me altero, justo como ahora; necesito constantemente que alguien me escuche, que alguien me preste su atención. Necesito a alguien para mí.
Y no porque me guste llamar la atención, simplemente porque tengo muchas cosas que decir y, ¿conocen esa sensación de pensamientos sin límite revoloteando por tu cerebro? La tengo constantemente, todo el tiempo, todo el tiempo. Y esa sensación a veces hace que te ahogues, que te frustres, que te estreses.

No puedo vivir sola con mis ideas, son demasiadas.
Y me siento desde que tengo memoria, a escuchar todo lo que las demás personas tienen que decir, pero cuando se me ocurre abrir la boca, no ha faltado, ninguna de las veces, esa impresión de que la persona con la que hablo simplemente no tiene interés en nada de lo que le estoy diciendo.

Puedo decir muchas cosas. Algunas son interesantes, otras no. Otras veces es simplemente por el placer de hablar, porque me gusta hacerlo, porque necesito hacerlo. A veces me gusta permanecer callada, y son esas las veces que alguien espera que diga algo.
Las personas nunca están de acuerdo conmigo. Para ellos, mis temas de conversación van cada vez más careciendo de interés, pero si tienen algo que decirme, entonces esperan que esté ahí. Y estoy. Siempre estoy porque me gusta escuchar, me gusta saber que estoy siendo útil para alguien, sólo porque sí.

Quisiera decir que no necesito que me escuchen, pero sería definitivamente una total mentira, por eso el papel es siempre, siempre mejor que las personas. El papel me escucha. Las páginas en blanco están ahí siempre para mí, esperando todo lo que sea que quiera darles.

No siempre tengo ganas de escuchar, no siempre tengo ganas de estar ahí para alguien, pero no creo que a esas personas les importe, pero por fin he decidido que no estaré si no me siento capaz de estar.
Y egoístamene quisiera que hubiera alguien para mí. Encontrar alguien que no se canse de escucharme, o que por lo menos que no me mire y se dirija a mí como si mis conversaciones fueran incoherencias irrelevantes. Alguien que entienda cuando sólo necesito un abrazo en silencio y cuando estoy hablando en serio. Que no todo lo que digo son bromas y que también quisiera ser escuchada como si lo que digo es importante, sin fingir, por lo menos de vez en cuando.
Por eso ya no hablo con las personas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Quizá muera mañana... ¿Tienes algo que decirme?