Muchas personas han considerado a lo largo del tiempo el segundo lugar como algo meramente degradable. Como algo que no es suficiente.
Si eres el segundo lugar es porque no has dado todo lo que tenías; tu esfuerzo no ha sido el suficiente.
Lo cierto es que, para mí, el segundo lugar siempre ha sido el mejor. Nací como la segunda hija, y nada podría haberme hecho más feliz. No deseo, ni por asomo, ser la mayor, no tampoco la menor, aunque ser "la de en medio" no sea la posición más privilegiada (y tú mejor que nadie, sabes que a qué me refiero).
De no haber nacido como la segunda, quizá el primero hombre más importante de mi vida, no habría estado en mi vida jamás.
Siempre que tenía que elegir en que lugar quería quedar para ser mi turno durante algún juego, elegía quedar en segundo. Si es que me atreviera a elegir el primero, o quedar en tercero, tenía que tener por seguro que no iba a ganar nada.
El segundo puesto siempre ha sido el de la suerte para mí.
Es por eso que, en mi vida, eres el segundo hombre más importante.
Sabes que no puedes obtener el primer lugar, ya que es un sitio que te fue arrebatado antes de que siquiera yo hubiese nacido.
Yo sé que probablemente no soy para ti la segunda mujer más importante en tu vida. Mucho menos la primera. Quizá ni siquiera la tercera.
Pero eso no impedirá que seas tú al que yo haya elegido para ser mi segundo hombre más importante.
Tú y yo sabemos que es un puesto al que te tomó tu tiempo, espacio, acciones y situaciones llegar. Que, francamente, ninguno de los dos está consciente o logra entender cómo demonios fue que sucedió. Pero pasó, y ahora eres el segundo hombre en el que más pienso cuando me decido por pensar en un hombre.
Que los hombres no son mucho de mi agrado, y que no es como que hubiese muchos en mi vida; pero eso carece de importancia dado que, pase lo que pase, tú y sólo tú seguirás siendo el segundo hombre más importante en mi vida.
Si alguna vez llegase a mi vida un hombre más, que estuviese dispuesto como tú, o quizá aún más, a ganarse lo que queda vivo de este podrido corazón, entonces él sería el tercer hombre más importante en mi vida. Porque una vez que yo he decidido por mí, convertir a alguien simple, en una persona importante en mi vida, su puesto no puede ser relegado, aun cuando hiciese la peor de las perfidias.
Yo te quiero. Te quiero más allá de lo que podría, ahora mismo, querer a ningún otro hombre (sin contar, por supuesto, al hombre que ocupa el primer lugar en mi vida desde antes siquiera de mi existencia); por lo que te pido, de todo corazón, que no olvides jamás, jamas, que yo nunca, absolutamente nunca, dejo de pensar en ti.
Cada cosa que llego a hacer, pensar, decir, imaginar, o resolver, me remota por fragmentos a algún punto de mi vida en el que he hecho cosas a tu lado.
Sabemos que no son tantos como a mí me hubiese gustado; y tampoco son tan pocos como para lamentarse; pero, sin importar la cantidad, son suficientes para que las pequeñas cosas de mi vida me remonten a momentos vividos contigo en el pasado.
Eres el segundo hombre que no me ha dejado cuando le he necesitado.
Que sé que tienes un espacio que yo debo respetar, y que tú respetas el mío en las posibilidades de los dos.
Que no tenemos una obsesión el uno por el otro, y eso convierte nuestro cariño en algo real, puro, sano y duradero.
Que si me apeteciera salir un día en compañía de un hombre, que no fuese el primer y más importante hombre en mi vida, seguramente serías tú al que yo llamaría.
Porque no desearía pasar mi tiempo con ningún otro hombre más.
Sí tú me llamaras estaría dispuesta a dejar compromisos de lado por estar contigo. Siempre dentro de las posibilidades razonables, que, en mi caso, lamentablemente sabes que no son muchas.
Pero que quiero que tengas la certeza de que es así. Y si fuese yo un gramo más libre de lo que ahora soy, ese gramo no sería dirigido a ningún otro hombre que no fueses tú.
La boca se me llena de hablar de ti, y hay ocasiones en que me he encontrado divagando estúpidamente con momentos que pasamos juntos. Porque es imposible para mí suplantar a mi segundo hombre más importante.
Y de pronto me encuentro de nuevo hablando de ti, y pensando en ti, sin ninguna razón justificable, salvo el grato e inolvidable recuerdo que me has dejado.
Y si en ocasiones no llamó o no me comunico, no quiero que dudes, porque no he dejado ni un minuto, de pensar en ti. Dentro del espacio que le debemos el uno al otro.
Ahora, si te atreves a decir una vez más que me he olvidado de ti, me veré obligada a correr hacia donde quiera que estés y golpearte muy fuerte.
Un golpe que te haga recordar que, por ningún motivo, factible o no factible, soy yo capaz de olvidarme de ti.
Porque eres mi segundo hombre más importante, y eso no va a cambiar.
Porque aun espero nuestros tiempos de ancianos, meciéndonos en sillas, aunque no juguemos ajedrez ni tejamos suéteres. Aunque sólo sea para mirar tu decrepito rostro por cosa de un par de segundos antes de ser arrastrados por la inconsciencia típica de la vejez.
Te quiero ver calvo y con nietos. Y sí: Quiero estar ahí a tu lado para verlo.
Quiero verte poner en vergüenza a tus hijos frente a sus novias cuando les muestres las fotos de ellos en pañales que, si tú me dejas, podemos tomar juntos en un día de verano en el que quieras salir a pasear con una vieja amiga que no ha dejado de joderte la vida por mucho que pudieras llegar a pedírselo y que quizá no sea ni siquiera una de las mujeres importantes o de gran relevancia en tu vida.
Y también eres el único al que le escribo idioteces como estás por un simple mensaje de texto.
Te quiero y estoy ahí, para ti, al alcance de tu mano, siempre que lo necesites de verdad. Sólo hecha una ojeada atrás, y no seas tú el que se haya olvidado de mí.
Porque siempre he sentido, pensado y obrado como si el segundo lugar fuese el mejor. Y ese es el lugar que tú ocupas en mi vida.
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