jueves, 28 de abril de 2011

La polaridad del egoísmo en las sociedades.

A través de los años, de diferente forma, el egoísmo ha ocupado un lugar relevante en la vida del hombre. Tras bambalinas, la vida en sociedad nos muestra una cantidad insaciable de egoísmo que, con el paso del tiempo, hemos convertido en un hecho común y necesario. Ya no es egoísmo, es uno de los complementos de la vida, dado que siquiera logramos diferenciar entre los límites del bien propio y el egoísmo.
¿Será en verdad necesaria una pasión de esta índole para la coexistencia humana? ¿Somos realmente ahora incapaces de vivir sin el egoísmo? ¿Desde cuándo ha sido así? ¿Es necesario, para fundamentar el amor propio y el individualismo crear una conciencia egoísta que nos favorece individualmente pero que destruye nuestra posibilidad de vivir en verdadera armonía social?
El hedonismo conforma una parte natural del sentir humano; es este el que nos lleva a querer beneficiarnos individualmente: "Acepta un dolor que te propicie un placer mayor", "rechaza un placer que te conduzca a un dolor mayor". La conciencia se arrastra necesitando del egoísmo como medio de satisfacción; la satisfacción que, por sus propios intereses no te proporcionarán los demás, es necesario encontrarla por nosotros mismos, y esto nos lleva a sobreponer los intereses propios ante los de los demás, creando una cadena.
Si actualmente el egoísmo es necesario para la vida y la coexistencia, la cuestión es el “por qué”
Algo como el egoísmo puede ser visto de variadas formas. Por sí solo, el egoísmo es una pasión humana aberrante; sin embargo, no se desarrolla por sí mismo, somos nosotros los que lo llevamos a cabo. Hay quienes han sostenido que la erradicación del egoísmo llevará a las comunidades a convertirse en sociedades elevadas dignas de lo que el hombre debería ser. Pero: “el viejo concepto liberal según el cual la suma de los egoísmos individuales (en este caso de las comunidades autónomas) resulta en el bien común. Un concepto que a mí me parece casi antológicamente imposible.”
Si bien no podemos considerar que el egoísmo, sea cual sea, derive en el bien común, también es cierto que, prácticamente todas nuestras acciones se ven impulsadas por ciertos niveles de egoísmo. Tenemos un empleo porque requerimos de un sustento financiero para nosotros y las personas que nos interesan; incluso ir a la tienda por el pan conlleva una cadena de egoísmos de los que ni siquiera nos damos cuenta.
No podemos verle como un criminal completo.
El economista Adam Smith  siempre afirmó que nuestras acciones responden al egoísmo en sus distintas formas, que el egoísmo es el motor de nuestras acciones. Las personas, al momento de elegir siempre buscan primero el beneficio propio y de los suyos; no es la intención del hombre la de perjudicar a los demás. Nos habla de este como la base del progreso de una sociedad capitalista. Smith veía en el comportamiento humano una dualidad entre razón e impulsos pasionales. La naturaleza humana, racional e individualista a la vez lo lleva tanto al enfrentamiento como a la colaboración por el bien común. Smith habla de la simpatía; por medio de esta el individuo expresa un juicio favorable sobre el comportamiento de los demás y espera que se haga lo mismo hacía con su persona. Esto convierte a la sociedad en un sistema de intercambio entre los individuos. De este modo, el egoísmo individual converge con el interés general, llevando a la convivencia y los beneficios sociales. Podemos deducir entonces que el hombre lleva sus acciones a su favor y en favor de los demás, pero siempre pensando en lo que será mejor, dependiendo la situación, momento, lugar, satisfacción, etc.
En contraparte, o complementando estas teorías, Aristóteles sostenía que el hombre bueno se interesa en hacer el bien a los demás, y mientras más honrado fuese, más bien haría. Para él, el egoísmo es un término que describe una pasión mundana, se utiliza para aquellos que piensan únicamente en sí mismos, en satisfacer sus propios deseos. Para el hombre justo y sabio que disfruta de lo más elevado, no puede aplicarse este término.
Desde este punto, el hombre de bien es noblemente egoísta, que es diferente al egoísmo común y vulgar. Sostiene que si todos los hombres fuesen virtuosos, todos tendrían sus necesidades resueltas, porque hacer lo correcto es provechoso tanto para el que lo hace como para el que lo recibe.
Actualmente, el hombre es un egoísta inconsciente. Somos egoístas porque la sociedad nos ha arrastrado a ello, vivimos rodeados de un egoísmo que nos parece tan normal como alimentarnos a diario, y nos fundamentamos en la idea de que si no aplicamos nuestras acciones para nuestro propio bienestar, nadie lo hará; dejar de ser egoísta en la sociedad actual representaría un sacrificio que no estamos dispuestos a realizar dada la situación en que esto nos pondría. El apaciguamiento de nuestro egoísmo nos llevaría a la destrucción de nuestro amor propio y nuestro individualismo; además de la decadencia material e incluso social.
Una visión de los últimos años hace referencia al “egoísmo positivo” que alude a la posibilidad de vivir con aprecio hacia los demás pero sin permitir que se nos controle. Es una capacidad que nos permite participar en el contexto social sin ceder a la presión. Lo relaciona con la autoestima, al percibirlo como una manifestación sana de valoración y respeto por nuestras necesidades, valores, objetivos e inclinaciones.
Hoy día, no podríamos imaginarnos la vida sin el egoísmo, aun cuando no pensamos en él como una parte de nuestra coexistencia; se ha convertido en un hecho tan natural como el saludar a alguien (con todo lo que la conveniencia o costumbre de saludar a alguien conlleva).
¿Es entonces bueno o malo el egoísmo? ¿Cómo podemos tomar algo que simplemente forma una parte natural de nuestra vida?
Como la diferencia entre el bien y el mal, el egoísmo social está a discusión, dada la necesidad que nos presenta, no podemos afirmar que sea algo bueno, pero nos vemos incapaces de erradicarlo. Para detener el egoísmo tendríamos que ver el fin de nuestro individualismo.
¿Cómo ha sido este en la antigüedad? ¿Cómo se presentará en las sociedades futuras? Y, en lo que queda de la nuestra ¿dónde nos llevará el egoísmo como benefactor o verdugo?



Referencias:


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Quizá muera mañana... ¿Tienes algo que decirme?